Al que mucho se le da, se le exigirá mucho

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho
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El cristiano es un hombre de esperanza responsable de los dones que ha recibido.


Por: Catholic Voice
Stockton CA 





San Antonio María Claret
Romanos 6, 12-18: “Pónganse al servicio de Dios que les ha dado la vida”
Salmo 123: “El Señor es nuestra ayuda”
San Lucas 12, 39-48: “Al que mucho se le da, se le exigirá mucho”

Una de las cuestiones más acuciantes que debió sortear la primitiva Iglesia, fue la inminencia de los últimos tiempos. Algunos aseguraban que ya estaban cerca; otros, los posponían indefinidamente, pero unos y otros no adoptaban la necesaria actitud tanto de esperanza como de vigilancia. En nuestros días no es diferente. Es frecuente la aparición de sectas que buscan manipular las conciencias con los inminentes finales, aterrorizan y encadenan a las personas con supuestas visiones y anuncios que nunca llegan.
Pero, por otra parte, la filosofía del placer y el gozo,  deslumbra nuestras mentes y oscurece la verdadera dimensión de la vida, buscando sólo el momento presente. Cristo nos da la verdadera dimensión tanto del tiempo como de los bienes. Ni somos eternos, ni podemos vivir en angustia. Ni somos dueños absolutos de los bienes ni podemos disponer de ellos a nuestro antojo. Somos servidores a quienes se les ha confiado un tiempo, una familia, unas personas y unos bienes, para que les demos el verdadero sentido, para que los llenemos de frutos y no para que irresponsablemente los destruyamos o manipulemos. El ejemplo que nos propone Jesús es más que evidente al presentarnos a un servidor malvado que retrata al que pensando que está lejana la Venida del Señor, maltrata, comete violencias y atropellos, con aquellos que se le han confiado.


Jesús nos invita a tener las dos actitudes: la esperanza y la vigilancia. No debe ser el cristiano el hombre del miedo y de la amenaza, sino el hombre de la esperanza que es responsable de aquellos dones que ha recibido. Es curioso como cuando vamos de viaje y encontramos por un momento a una persona, en general, somos amables y atentos; pero si después tenemos que convivir diariamente con esa misma persona, cambiamos nuestra actitud. Si para la vida adoptáramos la filosofía del viajero que busca llevar solamente lo necesario, que se administra y cuida, que es paciente y responsable, que sabe hacia dónde se dirige, nuestra vida sería mucho más ligera y con más sentido. Jesús es el camino que nos conduce a la vida eterna. Nos invita a vivir nuestro viaje con alegría, con entusiasmo y con mucha esperanza, pero también a recordar que somos viajeros y que debemos dar cuenta al final de nuestro camino. La actitud del verdadero discípulo será, pues, esperanza y vigilancia, siempre con Jesús.

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